lunes, 29 de enero de 2007

SITUACION DE LA ENERGIA EOLICA EN ARGENTINA

En estos días, en que la escasez energética está en el centro del debate nacional y se habla con insistencia de que, por su riqueza en el recurso eólico, la Patagonia podría ser en el futuro “un Kuwait eólico”, mientras que su aprovechamiento real sigue siendo marginal, nos ha parecido oportuno efectuar un análisis lo más objetivo posible de la situación real del aprovechamiento eólico.
¿Por qué es tan lenta la introducción de la energía eólica en el país? A lo largo de dos décadas, las causas fueron muchas, pero hoy la más importante es que en la Argentina contemporánea cualquier negocio de la generación eléctrica resulta prácticamente deficitario, y así seguirán las cosas durante al parecer bastante tiempo, al menos para el productor. Las excepciones son unas pocas empresas que cuentan con sistemas financieramente amortizados pero en buen estado, y con provisión local de repuestos y partes de recambio.
Y no es que sobre electricidad, más bien todo lo contrario. La potencia total instalada actual (de todo el parque de generación) en la Argentina es de aproximadamente 23.800 MW, y creció cerca del 60% desde 1992 hasta el año 2000, en que quedó estancada. Pero la demanda de energía eléctrica creció un 67% entre 1992 y el 2003. Esto hace que sea necesario a corto plazo aumentar la potencia instalada, para poder sostener sin problemas la demanda.
De modo que no es por ganar dinero, sino más bien para evitar un frenazo energético de la reactivación económica que a Argentina le conviene terminar cuanto antes la Central Nuclear Atucha 2: la inversión en moneda extranjera ya está hecha en casi un 90%, y la mayor parte de los componentes, sistemas y equipos están en almacenes o montados en obra. Lo que falta poner es mayormente mano de obra y provisión local, salvo que se decida reemplazar la instrumentación y control por sistemas de nueva generación, en cuyo caso sería mayor la componente importada. En todo caso, dejando de lado la inversión ya hecha, y calculando el faltante por MW con el costo de instalación de fuentes de energía nuevas se revela que el costo de la terminación de esa obra por MW instalado es relativamente bajo en comparación con otras fuentes, aún sin tener en cuenta que el pago de “improductivos” a la empresa contratista continuará si no se cumple ni se cancela el contrato.
Por motivos similares, debería completarse también la obra de la Central Hidroeléctrica de Yacyretá.
Fuera de esas dos situaciones -que competen al estado-, la situación de casi todas las tecnologías de generación convencional no es buena para casi ningún privado. Apenas si cierran los números para las centrales térmicas, incluso las turbinas de ciclos combinados, pese a su tremenda eficiencia y con el gas a muy bajo precio. Las centrales hidráulicas no andan mucho mejor, al margen de sus problemas estacionales y ecológicos.
Como resultado, hoy en día la generación es uno de los peores negocios, máxime en casos en que el 80% de la inversión es equipamiento importado. Y ese es también el caso de la energía eólica.
Pensando en el actual mercado nacional y regional, su escala no es suficiente para ponerse a fabricar estos grandes aerogeneradores en el país, porque la inversión requerida es millonaria: si se pretende desarrollar un producto propio, hay que hablar de no menos de USD 12 Millones. Eso es lo que saldría poner en el mercado una máquina de unos 2 MW, homologada como para poder competir en el mercado internacional.
El mercado regional es limitado, y crece con extremada lentitud, a pesar del entusiasmo que el tema despierta en ciertos medios: tras quince años de idas y vueltas, Argentina llega apenas a los 30 MW eólicos instalados; Brasil tiene 31 MW y Chile 2 MW. Parece no haber mayores incentivos para atraer a inversores privados al Cono Sur. Y los que aparecen, van a Brasil.
El marco jurídico argentino ayuda poco. La “Ley de Promoción Nro. 25019”, reembolsa con un centavo (de peso, no de dólar) al productor de cada KWh generado por medios eólicos o solares. A este magro premio se le suma un diferimiento de pago del IVA al comprar equipos. Pero como alicientes, estos no alcanzan ni de lejos a hacer rentable la instalación y operación de tales equipos. Por eso el anhelado “boom” de instalación de Parques Eólicos interconectados, en nuestro país no se ha producido.
La situación cambia cuando se trata de sistemas aislados. En ese caso los números son otros y la cuestión técnica también es diferente: se trata siempre de baja potencia (en general muchísimo menos de 1 MW). Es otro negocio que nada tiene que ver con los parques eólicos interconectados.
INVAP INGENIERIA está en ese segmento desde fines de la década del ’80, actualmente con su aerogenerador de 4,5 KW, un desarrollo propio, robusto e ingeniosamente sim- ple. Es de muy bajo mante- nimiento y soporta mucho mejor que los modelos importados las condiciones particularmente brutales y cambiantes del viento local. Hoy se utiliza principal- mente para protección catódica de gasoductos o de oleoductos en sitios aislados de la Pata- gonia, aunque por sus carac- terísticas tiene también un buen potencial en bombeo de agua.
Equipo Invap de 4,5 kilovatios en versión bi-pala. Suministra corriente de protección catódica a un petroducto en la estepa neuquina. Para funcionar en lugares casi inaccesibles y soportar los vientos locales, el equipo es excepcionalmente robusto, y soporta "services" espaciados hasta un año.
Estamos muy contentos de este aparato, que seguimos modificando y mejorando. Pero la pregunta “del millón” es si los potenciales fabricantes argentinos de aerogeneradores estaremos obligados para siempre a quedarnos dentro del mercado chico. En otros lugares del mundo, la Energía Eólica goza de buena salud, hoy en día, la potencia instalada en todo el mundo supera los 47.000 MW.
Las potencias unitarias de los aerogeneradores “de granja” que hoy más se instalan en el mundo oscilan entre 1 MW y 3 MW. Ya se instalan modelos comerciales de potencia superior a los 4 MW. La turbina tipo que encontramos en la Argentina , de entre 0,6 y 0,9 MW por unidad, ya es mucho más chica que las que se están colocando actualmente en el mundo. Los tamaños promedio que se están instalando en la actualidad superan habitualmente los 2 MW, aunque los equipos menores se siguen usando en algunos países, como China e India. El valor típico de la inversión necesaria para los grandes parques eólicos interconectados del mundo actualmente está en el orden de USD 1000 a 1400 por KW de potencia instalada, en tierra firme. Para instalaciones “off shore”, mar adentro, los costos son mayores.
¿Cómo se traducen estos costos en la Argentina? Como no hay una industria interna que haga aparatos grandes, en el mejor de los casos se importa el 80 por ciento en valor de cada turbina. Aún cuando se fabricaran en el país las torres, anclajes para fundaciones y otros elementos menores dentro de la estructura de costos, y además añadiéramos provisión local de la obra civil y la eléctrica, tendríamos que hablar de una inversión no menor de unos 3.000 pesos por KW de potencia instalada. Con nuestras actuales tarifas del Mercado Eléctrico Mayorista, se trata de números que no son atractivos para los inversores privados.
De todos modos, a pesar de este panorama actual, desde INVAP seguimos midiendo el recurso eólico en varios sitios de la Patagonia, y en Cnel. Dorrego (Pcia de Bs As.).
Nuestra esperanza es que alguna vez el Estado Nacional diseñe un plan que resuelva el problema de abastecimiento eléctrico en nuestro país, que no sea tan dependiente del gas, que es un recurso no renovable; un programa realis- ta que cambie la situación de hoy y haga económicamente viable la energía eólica. Sería la única manera de aprovechar este valiosísimo recurso con que contamos de modo privile- giado sobre otros países, sobre todo en nuestra Patago- nia.
En INVAP INGENIERÍA tene- mos la siguiente idea de cómo debería ser ese plan. Tendría como pilares la terminación de la Central Nuclear Atucha 2, amén de un programa de desarrollo de parques eólicos interconectados en la Patago- nia y en la costa atlántica bonaerense.
La explotación del viento a gran escala en nuestro país sólo será posible cuando los componentes críticos de los molinos (caja multiplicadora, aspas, sistemas de control y protección, generador, electrónica) sean diseñados y fabricados en la Argentina
No sería un programa basado en equipos importados. Estaría basado en el desarrollo propio de aerogeneradores de alta potencia, financiado por el estado, y destinado a ser fabricados por la industria local. A esto debería añadirse la construcción de líneas de transmisión adecuadas.
Esto, más la entrada en línea de alguna central térmica alcanzaría para salir del brete actual,. El paso siguiente sería la terminación a cota completa de Yacyretá, que actualmente genera a sólo al 60% de la capacidad para la cual fue pensada, para dar por cerrado por mucho tiempo toda posible situación de desabastecimiento eléctrico.
Algunas de estas cosas ya están sucediendo. Ya está en ejecución la línea de alta tensión “Choele Choel – Puerto Madryn”, por ejemplo. Cuando esta obra se complete, el Sistema Patagónico pasará a formar parte del Sistema Interconectado Nacional (SIN). Además está anunciada la extensión de dicha línea hasta Pico Truncado (Prov. de Santa Cruz), pasando por Comodoro Rivadavia, con fecha de terminación prevista para fines de 2007.
Y esto podría abrirle paso a un desarrollo de granjas eólicas de muy alto rendimiento en la región, ya que el mejor corredor de vientos de la Patagonia quedará vinculado al SIN mediante una línea de 500 KVolts. De este modo, la provincia de Santa Cruz se conectaría al resto del país no sólo como importadora sino como exportadora neta de electricidad.
Como estamos hablando de diseño, desarrollo y fabricación argentinas, el monto de inversión por KW instalado, requerido para tales Parques Eólicos sería sensiblemente inferior a las cifras por KW instalado mencionados mas arriba. Pero la condición de una baja drástica de los costos de instalación es la escala: debería implementarse un verdadero plan de explotación integral del recurso eólico, instalando varios miles de MW en varios años, acompañando al crecimiento de la demanda eléctrica.
Esto es inherentemente fácil de lograr: una ventaja casi exclusiva de la eólica es su característica “modular”, que permite ir ampliando progresivamente la potencia instalada siguiendo la curva de demanda real.
¿Hay un límite técnico para seguir esta curva? Sí. Para garantizar la estabilidad del sistema, el factor de penetración de la eólica, no debería superar el 20% de la potencia total instalada. En nuestro caso, con una potencia total instalada que actualmente es de unos 23.800 MW, podrían incorporarse progresivamente (en la medida que se vayan construyendo las líneas de transmisión adecuadas) unos 6.000 MW eólicos, sin afectar la estabilidad del sistema.
Dado que la eólica es una fuente de energía inconstante, se podría administrar la generación hidráulica (sobre todo de las centrales que tienen buena capacidad de embalse), de manera que una sea complemento de la otra. En años de sequía, como lo fue el 2004, el viento podría dar un importante margen de ahorro del “combustible” de las represas hidroeléctricas del Comahue, que es el agua del Limay.
Un rasgo insólito de la Patagonia es que el viento, como recurso, es tan persistente que en algunos “super-sitios”, como Pico Truncado, provincia de Santa Cruz, está produciendo récords mundiales absolutos de “factor de capacidad”, que es el porcentaje de tiempo anual en que los equipos funcionan a su potencia nominal, es decir a pleno. En 2004, en esta localidad la cifra llegó al 49,5%.
No existe a fecha de hoy ninguna ubicación eólica continental EN TODO EL MUNDO capaz de empardar ese número. Sólo lo hacen un puñado de granjas “off-shore” del hemisferio norte, pero no durante todo el año sino durante los pocos meses que dura la estación más ventosa. Las cifras anuales son muy inferiores.
Es más, casi no hay ríos explotados hidroeléctricamente en la Argentina capaces de sustentar semejante factor de capacidad. La excepción es nuestra dupla de ríos gigantes de llanura, el Paraná y el Uruguay, que hacen funcionar las turbinas hidráulicas instaladas en las represas de Yacyretá y Salto Grande a potencia nominal más o menos la mitad de las 8760 horas que dura un año, es decir con factores de capacidad promedio del 50%. Los factores de capacidad en la cadena de represas del río Limay, en Patagonia Norte, uno de los puntales del sistema eléctrico argentino, están alrededor del 33%.
De modo que a los operadores de centrales hidráulicas patagónicas les puede ser muy ventajoso hacer contratos de ahorro de agua con operadores de futuras granjas eólicas. O dado que el cambio climático en curso indica una lenta pero segura disminución general de lluvias y nieves en los Andes Patagónicos, a los operadores hidroeléctricos les convendría incluso construir granjas eólicas propias, para administrar mejor su principal recurso. El estado podría premiar este tipo de asociaciones o inversiones, dado que tenderían a asegurar el aprovisionamiento eléctrico de todo el país en los años secos.
Esto convertiría a las granjas eólicas en suministradoras de “potencia firme”, cosa que de suyo no logran ser por las rápidas variaciones instantáneas del viento, que por ahora son imposibles de predecir con un margen razonable, de cuatro horas. Las mejores predicciones actuales del estado del recurso anticipan las cosas con un margen de una hora.
Abierta la posibilidad de usar el viento para ahorrar agua, el paso siguiente inevitable –y urgentísimo- es usarlo para ahorrar gas. Las centrales térmicas cuya operación lo permita deberían estar obligadas a trabajar por debajo de su potencia nominal o a salir de servicio cuando hay recurso eólico disponible, de modo de bajar su consumo de gas, que es un capital nacional no renovable, y que conviene empezar a cuidar.
Si no se descubren nuevos yacimientos grandes, como fue el de Loma de la Lata, que se empezó a explotar en los años ’80, el gas argentino se termina alrededor del 2014. Y a diferencia del petróleo, que expira para esa fecha, no hay ninguna seguridad acerca de cómo o desde dónde importarlo. Peor aún, el 45% de la electricidad nacional hoy se produce quemando gas. Y para agravar la urgencia de ahorrarlo, tómese en cuenta que si ayer a la noche se hubiera descubierto otro horizonte gigante como Loma de la Lata, se tardaría al menos siete años en perforarlo, conectarlo a la red de distribución y hacerlo “entrar en línea”.
Ahorrar gas implicaría un cambio de filosofía en materia de despacho de carga. Hoy se le da prioridad a quien tiene menores costos, pero en esto hay un engaño subyacente: quien quema gas a bajo precio le está pasando un costo oculto al país, porque ese gas cuesta mucho más caro en el mercado internacional, y porque pertenece al país.
Con el viento como recurso renovable e inagotable destinado a ahorrar agua y gas, no volvería a suceder la situación de 2004, que es justamente la falta de agua y gas.
La operación del despacho de cargas debería ser controlada por el Estado. Con estas bases para un Plan Energético Nacional, la combinación Hidráulica/Eólica se constituiría en una fuente confiable y predecible de energía renovable para toda la Argentina , que sumada a la térmica y a la nuclear ampliada, brindarían una razonable diversificación de nuestra matriz energética.
Nuevamente, esto sólo podría hacerlo el estado nacional, y desde una visión estratégica. Por todo lo dicho anteriormente y aún con el panorama actual de escasez eléctrica, no existen inversores privados interesados.
Por otra parte, la implementación de tal Plan Energético generaría una importante reactivación de nuestra industria nacional eléctrica, metalmecánica, electrónica y de materiales compuestos, además de las obras civiles asociadas. Esto crearía una significativa cantidad de nuevos puestos de trabajo calificados.
Por supuesto, no existe un único modo de salir de una crisis. Hay otros rumbos posibles. Si, como bien puede suceder, se dieran subsidios a inversores privados que instalen turbinas a gas, o ciclos combinados (o cualquier otro tipo de centrales convencionales de generación eléctrica), no habría casi ninguna reactivación en las mencionadas industrias, ni se generarían nuevos puestos de trabajo permanentes. Los equipos usados por las centrales térmicas son mayormente importados.
Otra fuente de energía de la que se está hablando mucho en estos días es el hidrógeno. Pero el hidrógeno no es propiamente una fuente de energía sino sólo un intermediario en su uso, porque hay que producirlo, generalmente por electrólisis del agua. Si se dispone de hidrógeno, se lo puede quemar sin emisión de gases de efecto invernadero o emplearlo para generar electricidad para el transporte mediante vehículos equipados con celdas de combustible o para generar electricidad mediante celdas de combustible estacionarias. También serviría como insumo químico para la industria de procesos, e incluso para consumo doméstico sustitutivo del gas natural de red.
Si se lograse exportar hidrógeno, ello sería equivalente a la “exportación de viento”, es decir el abastecimiento de un futuro mercado mundial de hidrógeno con gas fabricado por electrólisis a partir de la energía eólica patagónica. Este proyecto, planteado durante dos décadas por la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEE) y la Asociación Argentina del Hidrógeno (AAH), nos transformaría en un gran abastecedor energético global, y va de la mano con tendencias futuras previsibles del mercado mundial de la energía.
Tal vez el proceso tome dos o tres décadas más, pero es factible que esta generación sea el principio de una economía a hidrógeno a escala mundial en el futuro.

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